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El escritor alcalareño Antonio Rodríguez Almodóvar reflexiona sobre la importancia de la Constitución Española

Con motivo de la celebración de este día 6 de diciembre

Fecha: 06/12/2024

La Constitución, defensa de la democracia

Por Antonio Rodríguez Almodóvar

Existe una cierta tendencia a creer que la Constitución ha envejecido y que ya no sirve para defendernos –y defenderse- en los tiempos que corren. Pienso que es más bien lo contrario. La Constitución sigue siendo el baluarte de nuestras vidas. Seguramente necesita unos retoques, y unos añadidos, al hilo de nuevas realidades, como la emancipación de la mujer o el cambio climático; pero que no desvirtúen lo fundamental, que es el Estado social y democrático de derecho. (Art. 1º, 1) Por cualquiera de esos cuatro pilares que se la ataque, puede venirse abajo el edificio entero.

Como antes pasó con la epidemia de la Covid, la Dana que ha caído sobre Valencia, con atroces consecuencias, ha evidenciado la necesidad de un Estado fuerte, y de unos defensores de lo social que estén a la altura de las circunstancias. Incluso ha habido quien se ha atrevido a ayuntar dos términos, de manera inaceptable: “Estado Fallido”. No hay tal, sino políticos que no saben aplicar las medidas que urgen, con los medios que existen, con las leyes que hay que aplicar. Todo eso está contenido y amparado por la Constitución.

Con el Derecho, como marco general. También pasa que la ley necesita de servidores imparciales, que no juzguen a conveniencia política o ideológica. Vemos estos días magistrados que hacen de políticos (y políticos que hacen de magistrados). Todo confundido, por hacedores de la confusión. Así se desorienta al común, y muchos acaban creyendo que la res pública ha de ceder ante la res privata. O que todos los políticos son iguales. Y, al cabo, que ha de haber algo por encima de la política, de la sociedad, de la democracia y del derecho. Es decir, por encima de La Constitución. En ese momento, estaremos perdidos.  

No hay más que ver cuántas expresiones insólitas, contorsionadas, se ponen al servicio del barullo semántico, como generadas por una suerte de gramática de la locura. Así, las mentiras parecerán verdades y las verdades mentiras: “ultraneoliberalismo”, “extremocentro”, “anarcocapitalismo”… Todas destinadas a crear espejismos. Entretanto, los ricos son más ricos, los pobres son más pobres y las clases medias bromean -por no llorar-, con aquello de: “Lo peor son los veinticinco últimos días del mes”.

Malos tiempos estos que corren. Pero no tanto como para dejar de creer en la democracia, universal, libre y secreta, en leyes y jueces justos, en la redistribución de la riqueza, y en la paz perpetua. En suma: en la Constitución Española de 1978.  

 

 

 

 

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